21 September 2015
Las rutinas son necesarias en nuestro día a día por diversos motivos. Las utilizamos para enseñar a los bebes cuándo han de dormir, comer o jugar. A los niños para saber diferenciar sus horas de juego a sus horas de estudio, y los adultos las necesitamos para alcanzar un nivel de tranquilidad en nuestra vida.
Como en casi todo, los extremos son malos, y por tanto el exceso o defecto de estas rutinas pueden producir diferentes problemas en el plano psicológico.
Cuando conseguimos un trabajo estable, nos tranquiliza saber que las necesidades básicas están cubiertas con relativa seguridad, nos permite centrarnos en otros objetivos y nuestra calidad de vida aumenta. Si bien, tener que someterse a una disciplina a veces desagrada.
Las rutinas tienen un gran peligro, ya que nos acomodan en nuestra zona de confort por lo que nos dificultan realizar hechos, movimientos o acciones para cambiar. “Más vale malo conocido…”, este refrán refleja perfectamente lo difícil que es cambiar.
Si nos centramos mucho en la calma que nos produce lo predecible, podemos anclarnos en situaciones que no permitan que avancemos. Circunstancias del día a día como una separación, la muerte de un familiar, un despido, un cambio de domicilio, son todas frecuentes en nuestro día a día, bien porque las suframos nosotros o nuestro entorno más cercano.
Por ello, es fundamentalmente que sepamos que para adaptarnos a nuevas situaciones,en primer lugar, debemos ser capaces de reconocer nuestro malestar, nuestros temores en relación a lo que esté por venir. Al principio, no será grato comparar lo que había con lo que hay, pero si nos centramos en que la situación ha cambiado, pronto generaremos nuevas rutinas que nos hagan predecible y controlable nuestro entorno.
En la época estival en la que nos encontramos, para muchas personas es la época de romper las rutinas generadas a lo largo del año. Para casi todo el mundo es un cambio deseado y por tanto en este caso no representa un problema. Sin embargo, los estudios sobre los problemas que se acontecen en las vacaciones y pos vacaciones no dicen lo mismo. En los últimos años, se ha disparado la cifra de divorcios después del verano o los trastornos depresivos después de dicha época. El motivo de ello, es que en muchas ocasiones el estar en la ruleta de las rutinas diarias no te deja ver por ejemplo la falta de comunicación que posees con tu pareja, las pocas actividades de ocio o diversión que tienes con él o ella, y cuando llega el momento de hacerlas, no quieres o no te apetece.
Igual ocurre con el trabajo, puede ser que estés tan situado en tu zona de confort que aunque todos los días te despiertes con malestar y desmotivación para ir al trabajo, lo hagas por no querer cambiar tus hábitos diarios. Esto no hace nada más que aplazar temporalmente, la llegada de un problema psicológico que puede ir desde la famosa “depresión postvacacional” a problemas físicos derivados de una falta de motivación, desgana o apatía continuada.
Por ello, seamos conscientes de lo bueno y lo mejorable de las rutinas a lo largo de todo el año. Si algo no termina de encajarnos, busquemos soluciones, salgamos de nuestra zona de confort en busca de nuevas rutinas que nos hagan sentirnos bien a nivel personal y profesional. ¿Quién nos pone la zancadilla para no salir de nuestra zona de confort? Nosotros, por tanto, somos nosotros quienes tenemos la llave para conseguir nuestros éxitos. Vayamos a por ellos.