29 June 2015
Es cierto, que una de las necesidades más importantes para el ser humano es la de relacionarse. Nos gusta saber las últimas noticias sobre lo que ocurre a nuestro alrededor, y estar en contacto con las personas que queremos o nos parecen interesantes. Para ello preguntamos a nuestros amigos cuando los vemos, leemos los periódicos, consultamos las redes sociales, y entre otras aplicaciones de telefonía móvil utilizamos el Whatsapp para mensajearnos a lo largo del día. Esta herramienta para teléfonos móviles facilita nuestra comunicación, pero como cualquier otro modo de relación puede potenciar también algunas características que pueden ser perjudiciales. Cuando queremos avisar de que llegamos tarde, de que necesitamos una lista de cosas para comprar, de que hemos aprobado un examen… los mensajes se vuelven muy útiles, y cumplen su misión de mantenernos en contacto y hacer participes a los demás de nuestras vivencias cotidianas. Aun así, decía, el whatsapp puede tener su “lado oscuro”. Hablamos de mensajería instantánea, y a veces nos puede hacer suponer que el otro responderá inmediatamente a lo que contamos o preguntamos. Si la necesidad o el deseo de recibir una respuesta o un comentario es muy grande, de repente el Whatsapp se convierte en una fuente de preocupación y agobio.
Por ello, las nuevas tecnologías bien se llamen whatsapp, linkedin, line, etcétera pueden provocarnos trastornos importantes en nuestra personalidad como ansiedad, adicción a las nuevas tecnologías, exceso de control sobre nuestro entorno, y así podría enumerar una larga lista de posibilidades de trastornos psicológicos que si no sabemos controlar puede llevarnos a perder el control sobre nosotros mismos.
Está bien querer saber del otro, pero hay que tener cuidado. Es fácil rebasar ciertos límites. Si consultamos los nuevos mensajes cada vez que llegamos a casa o cada pocos minutos, los mensajes ya no facilitarán la comunicación con otras personas sino que nos limitarán e incluso nos agobiarán. Una buena norma puede ser atender primero a quienes se dirigen a nosotros en persona, después a las llamadas, después a los mensajes instantáneos y por último a los correos. Cada uno en su espacio elegido para eso. No en función de cuándo lleguen, sino en el orden en el que previamente hemos asignando. De otro modo nos volvemos dependientes y potenciamos la impaciencia.
Aunque si nos paramos a pensar realmente la situación, no deja de ser curiosa y contradictoria, puesto que utilizamos las nuevas tecnologías para estar en contacto con el resto de amigos, compañeros y conocidos dejando de lado a la persona que tenemos en frente en una cena o un café. De hecho, de ahí viene el título de este artículo.
A día de hoy, partes de la idea de que cuando invitas a tomar algo a alguien lo haces a él o ella y a todos los contactos de su móvil. ¿Esto es realmente lo que queremos? ¿Dónde está realmente el interés en la persona con la que hemos quedado?
¿Las nuevas tecnologías no están ayudando más que perjudicando?
Realmente, considero que como casi todo lo que nos acontece en nuestro día a día hay que relativizarlo, tan bueno es conocer las nuevas tecnologías como saber controlarlas en función de nuestras necesidades y no dejar que sean esas nuevas tecnologías las que controlen nuestras necesidades.