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Lorena Rodríguez: 'Extremadura está en pie por la innegable labor de sus mujeres rurales'
Para la diputada de Unidas por Extremadura, “no hay que entrar en la trampa de las ideologías que pretenden pervertir el movimiento feminista”.
“Es evidente que seguimos viviendo en una sociedad patriarcal que, aunque proclame la igualdad, luego no la lleva a cabo. La mayoría de las veces se queda en un simple mensaje propagandístico sin trasfondo real”. Así de tajante se muestra Lorena Rodríguez Lucero, portavoz de Igualdad del Grupo Parlamentario Unidas por Extremadura (PODEMOS-IU-EXTREMEÑOS-EQUO).
Esta extremeña nacida en Móstoles (Madrid), el 17 de diciembre de 1984, y residente en Carcaboso desde los 4 años, localidad cacereña de la que años más tarde fue alcaldesa, es una firme defensora de las mujeres del mundo rural, del que viene y defenderá “eternamente”. Precisamente, con un homenaje a éstas ha conmemorado este año el 8-M, sobre el cual subraya que “no hay que entrar en la trampa de las ideologías que pretenden pervertir el movimiento feminista”.
Y es que, a su entender, “el 8-M es mucho más que todo eso, es la única herramienta posible para conseguir una sociedad de futuro e igualdad”. En una conversación con Regiondigital.com, esta trabajadora social, Secretaria Cuarta del órgano de gobierno de la Asamblea de Extremadura, insiste en que “nos queda mucho que conseguir aún en materia laboral o en contra de la violencia machista, pero la mecha está encendida y es un movimiento –feminista- ya imparable”.
Así pues, Rodríguez, quien cree que a las mujeres extremeñas les faltan oportunidades y relevo generacional, aboga por “cambiar el modelo productivo” en la región para conseguir unas cifras de desempleo menos sangrantes; “ponerle precio” a las tareas de atención y cuidado en el hogar que siguen recayendo en la mujer; y “trabajar por una conciliación real y no solo con parches ocasionales”.
De cara al futuro, la diputada subraya que “Extremadura es de las regiones donde más longevos son los puestos de responsabilidad y donde menos capacidad de renovación existe”, por lo que invita a “eliminar los prejuicios que ya tenemos como región", y después "ser conscientes de que nuestra región está en pie gracias a la innegable labor de sus mujeres en el entorno rural”, sentencia.
Se acaba de celebrar el 8-M, una fecha señalada en el calendario por ser el Día Internacional de las Mujeres. Sin embargo, la situación de crisis sanitaria a causa de la pandemia por la Covid-19 ha marcado este año la conmemoración de esta efeméride. A su modo de ver, ¿cómo cree que es la mejor forma de celebrarlo este año?
L.R.L.: Lo primero es que creo que nos equivocamos al usar el término celebrar cuando hablamos de conmemorar el 8-M. La situación actual de la mujer nos impide celebrar o festejar nada. El 8-M tiene que ser una fecha de reivindicación y visibilización, no de festividad. Este año, todas somos conscientes, de que no se daban las condiciones oportunas para tomar la calle de forma mayoritaria como en años anteriores, pero eso no quita que se puedan celebrar manifestaciones controladas con aforos permitidos o que podamos innovar en las formas de expresarnos.
Podemos tomar otros medios para mantener vivas nuestras reivindicaciones, como se ha hecho con las redes sociales, y como cada vez se plantea de manera más evidente desde los medios de comunicación. No obstante, para ello es imprescindible lanzar un mensaje claro, no entrar en la trampa de las ideologías que pretenden pervertir el movimiento feminista y desprestigiarlo, ni banalizarlo o convertirlo en una efeméride puramente folclórica, ya que el 8-M es mucho más que todo eso y es, hoy en día, la única herramienta posible para conseguir una sociedad de futuro e igualdad.
Desde su punto de vista, y teniendo en cuenta que no ha estado exento de polémica, ¿considera que todo lo hablado sobre el 8-M ha hecho que se aleje de lo que realmente nos importa, que es la situación actual de la mujer en el mundo?
L.R.L.: El 8-M está rodeado de polémica cada año de manera intencionada por ciertos sectores, a los que algunos medios dan demasiada importancia, que lo único que pretenden es distraer el mensaje y desprestigiar el movimiento feminista. Este año su único recurso era atentar contra el derecho a la manifestación, poniendo en evidencia sus propias incoherencias cuando no se habían pronunciado sobre las manifestaciones de otros colectivos.
Son siempre estrategias excesivamente endebles, pero que calan en la sociedad porque el machismo y el patriarcado están demasiado instaurados y enseguida encuentran defensores entre quienes, en su ignorancia, solo hacen que repetir mantras heredados. Así pues, era de esperar que este año se centraran en los posibles efectos de la manifestación, aunque ni se convocara, ya que eso venía a reforzar sus tesis del año pasado sobre los efectos del 8-M sobre la pandemia, pero tanto entonces como ahora carecían totalmente de coherencia.
Como siempre son críticas basadas en la mentira y en la desinformación, pero los colectivos que defendemos la igualdad y los derechos de las mujeres no debemos entrar en la provocación y seguir trabajando con tenacidad en lo que realmente importa. Afortunadamente el feminismo es una realidad en el mundo, trasciende a cualquier movimiento contrario, y la sociedad es constante de que el futuro será feminista o no será. La labor de las mujeres en distintos campos está demostrando cómo avanza con paso firme, que nos queda mucho que conseguir aún en materia laboral o en contra de la violencia machista, pero la mecha está encendida y es un movimiento ya imparable.
¿Cómo ha celebrado usted el 8-M?
L.R.L: Sobre todo rindiendo homenaje a las mujeres del mundo rural, del que vengo y al que defenderé eternamente. He repetido hasta la saciedad que son el motor que impulsa nuestros pueblos y para mí, cada 8-M, habrá un recuerdo y un homenaje muy importante para todas esas mujeres que sufren una doble marginación: la de ser mujeres y la de ser rurales, y pese a ello cargan sobre sus espaldas el sostenimiento de sus localidades.
Este año comencé con el acto institucional de la Asamblea de Extremadura, pues creo que es un foco necesario para visibilizar los retos que nos esperan, pero quise acabar en un pueblo pequeño, como Cilleros, en un proyecto denominado Radio Caravana que está recogiendo la voz de las personas que habitualmente no la tienen y haciendo una labor magnífica para que los pueblos visibilicen sus recursos y sus posibilidades. Ese día hizo un especial sobre el Día de la Mujer en el que quisieron recoger todas las experiencias femeninas que movilizan una localidad como la Sierragatina. Y, por supuesto, no podía faltar.
Pese a que en febrero han bajado las cifras del paro en la región, el número total de desempleados asciende a 113.938. De ellos, atendiendo al sexo de los parados en la Comunidad Autónoma, el 39% son hombres y el 61% mujeres, una tendencia que lamentablemente no cambia. ¿Qué cree que habría que hacer para que estas cifras de desempleo femenino bajen de una vez por todas, o al menos sean más equiparables con las de desempleo masculino?
L.R.L.: Creo que es imprescindible cambiar el modelo productivo, pero también el de consumo y las formas de organización. Debemos reforzar las propiedades y recursos de los pueblos, su idiosincrasia particular y sus valores. Apostar por la artesanía alimentaria y por la transformación en el territorio, y creo que para todo eso tienen una palabra muy importante las mujeres.
También es importante darse cuenta de que vivimos en una sociedad envejecida y cada vez más necesitada de cuidados y atenciones, sectores habitualmente ligados a la mujer. Es necesario que trabajemos por dar servicios de calidad, cercanos y, a ser posible, en el mismo domicilio de los y las usuarias, lo que nos abriría un enorme campo a los colectivos organizados de mujeres, ya sea en cooperativas u otras formas similares de trabajo.
Un informe de UGT Extremadura ponía de manifiesto recientemente que la Comunidad Autónoma registra una brecha salarial de más de 3.800 euros entre hombres y mujeres. En esta misma línea, un informe de Gestha evidenciaba que las mujeres extremeñas cobran casi 2.800 euros menos que los hombres. ¿Qué es lo que está fallando para seguir siendo menos valoradas, pese a tener mismos estudios o formación?
L.R.L.: Es evidente que seguimos viviendo en una sociedad patriarcal que, aunque proclame la igualdad, luego no la lleva a cabo. La mayoría de las veces se queda en un simple mensaje propagandístico sin trasfondo real. El poder, en los distintos órdenes, está muy asentado en manos de unos cuantos, siempre hombres, a quienes les cuesta desprenderse de sus privilegios y que mantienen esa estructura a lo largo del tiempo.
Es un mensaje que cala desde distintos espacios muy influyentes, la propia política, los medios, el mundo empresarial, los colectivos sociales más arcaicos y la religión. Mientras sigan existiendo esas estructuras de poder seguirán existiendo las diferencias.
El pasado 22 de febrero, con motivo del Día para la Igualdad Salarial, la Junta de Extremadura mostraba su "firme y decidido compromiso" por avanzar hacia la eliminación de la brecha de género, una cuestión que se ha agudizado por la crisis sanitaria debido a la pandemia por la Covid-19.A su entender, ¿qué medidas hay que tomar para de una vez por todas conseguir esta meta?
L.R.L.: Lo primero y más importante es que este tipo de medidas se tomen con decisión y contundencia y no se queden en meros mensajes propagandísticos como ya decía antes. Nos acordamos de estos asuntos solamente cuando se aproximan fechas en las que hay que alzar banderas y lucirlas, buscando un protagonismo inmerecido porque todos los grandes partidos son cómplices de la situación actual, ya que han ayudado durante mucho tiempo a perpetuarla.
Como también decía antes, una medida esencial es cambiar el sistema productivo, y la forma de entender la estructuración social, porque solo así conseguiremos una igualdad real, cuando seamos conscientes de la importancia de la mujer en el desarrollo de la sociedad y sepamos valorar que eso es un trabajo, y no una cuestión “genética” o de herencia.
Cuando se cumple un año del inicio de la pandemia por la Covid-19 en nuestro país, según Podimo, una plataforma de podcast, cerca del 30% de las mujeres sufre estrés y depresión, el doble que los hombres. De hecho, el Instituto de Psicología de Emoción y Salud (IPES) alerta que la pandemia ha agudizado un problema social latente, donde el estrés y los cuadros depresivos se ceban con el colectivo femenino, prácticamente doblando las cifras de los hombres. ¿Cómo hay que abordar esta problemática?
L.R.L: Por supuesto prestando una suficiente atención psicológica primaria a todas las personas, no solo las mujeres, que sufran estas consecuencias derivadas de la pandemia, pero una atención garantizada y permanente y no como la aprobada recientemente en la Asamblea de Extremadura que ha sido eliminada a la primera de cambio.
Y segundo, mejorando ostensiblemente las condiciones laborales de las profesionales del sector servicios y de cuidados, ya que son las principales afectadas por estos problemas. Sobre las espaldas de las mujeres ha caído una enorme responsabilidad por su especial dedicación a estos sectores y deben procurarse las condiciones idóneas para que esa responsabilidad no redunde en problemas mayores por la falta de condiciones laborales y por la precariedad que suele estar unida a estos servicios.
En la mayoría de los casos, -y se ha evidenciado durante la crisis sanitaria que estamos padeciendo-, la mujer lleva a sus espaldas la responsabilidad del hogar, los hijos, familiares dependientes, trabajo… ¿qué medidas más sociales y dirigidas a la mujer deberían abordar las distintas administraciones?
L.R.L.: Lo primero sería, quizás, comprender en qué consiste la conciliación, y que no se limite a la búsqueda de alternativas a qué hacer con los hijos o hijas cuando la mujer está en el trabajo. Deberíamos aprender a valorar convenientemente la dedicación de las mujeres en la atención a sus menores y, quizás, cuantificarlo económicamente.
Una vez más nos encontramos con que las tareas de atención y cuidado, entre las que podemos incluir los dedicados a la infancia, no son suficientemente valorados, y se incluyen entre tareas domésticas para las mujeres, lo mismo que el cuidado del hogar, y quizás sea el momento de ponerle un precio y compatibilizarlo con otros trabajos. Lo mismo nos sorprendíamos y encontrábamos más hombres con vocación doméstica si estas labores estuvieran pagadas. A lo mejor el problema de la corresponsabilidad está en que se trata de labores no remuneradas.
Hay que trabajar por una conciliación real y no solo con parches ocasionales que lo único que consiguen es duplicar o triplicar en trabajo de la mujer y sus preocupaciones. Deberíamos entender también el concepto de “tribu” en la que todos y todas cuidamos de todos. Un concepto quizás más arraigado en el mundo rural, pero impensable ahora en la ciudad. Si esa “tribu” tuviera capacidad organizativa y recursos económicos seguramente harían más llevadera la conciliación.
¿Qué le falta a la mujer extremeña para llegar a puestos de responsabilidad y equipararse al resto de féminas del país?
L.R.L: Ante todo oportunidades y relevo generacional. Extremadura es de las regiones donde más longevos son los puestos de responsabilidad y donde menos capacidad de renovación existe. Todo eso está vinculado a una forma de ser no solo machista, sino también bastante egoísta (dos formas de ser que suelen ir de la mano).
También es una región en la que predominan las “familias”, en una acepción casi mafiosa del concepto, en todos los órdenes de la sociedad, desde la empresa hasta la política, eso suele conllevar siempre herencias patriarcales que ignoran la mejor preparación o condición de la mujer. Además, Extremadura es una región cuya autoestima se castigó mucho durante las décadas de los 50 a los 70, y en esa estrategia de derribo de la identidad propia la más perjudicada fue la mujer, a la que se relegó a un segundo plano de un segundo plano.
Así pues, si Extremadura parte ya de por sí de una situación de desventaja para alcanzar ciertas cuotas de participación a nivel estatal, la mujer extremeña parte aún de una situación peor, por lo que la brecha existente es todavía mayor. Nos queda, por tanto, eliminar los prejuicios que ya tenemos como región y, una vez conseguido, ser conscientes de que nuestra región hoy en día está en pie gracias a la innegable labor de sus mujeres en el entorno rural. Y entonces el cambio vendrá solo.